"Una realidad aparte" es parte dos de la serie de Carlos Castaneda. Castañeda es alumno de Don
Juan Matus, que a su vez es su guía y chamán, tambien es brujo de los indios Yaqui. El primer libro "Las enseñanzas de Don Juan" me encantó por lo que me puse en seguida a leer el segundo.
“Una realidad
aparte” me gustó también, aunque en comparación con el primero me parece repetitivo y menos mágico, también creo que es practicamente solo novela y ya nada de anthropologiá (lo cual no tiene que ser nada malo). Y aparecen menos ayudantes alucinógenos.
"Somos humanos y es nuestro destino aprender y dejarnos arrojar en nuevos mundos inimaginables" dice Don Juan a su alumno. Igual que en el primero, se habla mucho del camino al conocimiento, de otra realidad, de la percepción y la voluntad, de la muerte y también de espiritús y aliados. Don Juan tiene su propio enteder de lo que es "ver" en comparación al
mirar, todo el libro esta basado en la pregunta de si Castaneda lorará
aprender o no a ver.
Me pareció dirigido a los "hermanos guerreros de luz", mucho más que el primer tomo, aunque
sin duda reflecciones sobre estos conceptos que se tematizan puden ayudar o gustar a uno sin que el libro se torne autoayuda.
Igualmente creo que a quien le gustó "Las enseñanzas de Don Juan" (el primero), no le va a disgustar “Una realidad
aparte”.
Una realidad aparte
Carlos Castaneda se acercó con su bagaje de antropólogo a una realidad que desafió su espíritu. Y se atrevió a cruzar la frontera.
Renuncio a entender las primas de riesgo, los créditos y los déficits. Los telediarios me suenan a chino. De pequeño, cuando veía un número salía corriendo, y todavía soy de los que pasan euros a pesetas mentalmente para calcular una factura. Me declaro irrescatable al respecto. Me parecen un tostón insoportable las primeras páginas de los periódicos. Estoy harto del monotema economicista que nos rodea protagonizado por hombres de despacho que no producen nada y sólo saben recitar cifras en su jerga inaguantable de opositor. Y cada vez me reconozco menos en el desarrolladísimo y caduco mundo occidental. Tengo un coche pequeño y lleno de rozaduras, mi consumismo se reduce al Camel Light y al Red Bull, y disfruto deshaciéndome de ropa superflua cada vez que reordeno el armario. ¿Puede alguien así dirigir un medio digital?. Pues yo creo que sí, porque el pulso se puede tomar a muchas realidades. No puedo más de Rajoyes, Rubalcabas, Draghis, Merkeles y Almunias. Y como no aguanto que llamen “realidad” a este absurdo colectivo que me tiene totalmente saturado, me dedico a bucear en otras realidades.
Por eso he titulado así estas líneas: “Una realidad aparte”, como tituló el antropólogo Carlos Castaneda el segundo volumen de los cuatro que dedicó a relatar sus encuentros con el brujo yaqui Don Juan. Otra forma de vida, otro conocimiento. Otra realidad. Se publicó hace cuarenta años, en la luminosa década de los setenta, cuando el rock progresivo abría caminos nuevos y la curiosidad occidental no se había embotado mirando escaparates. Cuando “otras realidades” se miraban sin prejuicios, y algunos espíritus abiertos eran capaces de pasar de la observación a la aceptación. Un camino que siguió el discípulo intelectual de Castaneda, Víctor Sánchez, introduciéndose en los ritos de los indios wirrarikas en busca del Gran Venado Azul, como explica en “Toltecas del nuevo milenio”. Vivencias espirituales que han subsistido durante siglos a la represión impuesta por la religión invasora.
Castaneda y Sánchez eran científicos que se acercaron con su aparato conceptual para hacer trabajo de campo sobre una realidad que desafió su espíritu; y seducidos por el objeto de su estudio tuvieron la valentía y la humildad de dar el paso y cruzar la frontera.
Y mientras occidente se deja las dioptrías de tanto mirar unas cuentas que nunca le salen, uno está como más interesado en “otras” realidades. ¿Escapismo?. No lo veo así. Más bien realismo puro y duro. Pero de otro orden.
El tiempo pasa…
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Una realidad aparte
Carlos Castaneda se acercó con su bagaje de antropólogo a una realidad que desafió su espíritu. Y se atrevió a cruzar la frontera.
Renuncio a entender las primas de riesgo, los créditos y los déficits. Los telediarios me suenan a chino. De pequeño, cuando veía un número salía corriendo, y todavía soy de los que pasan euros a pesetas mentalmente para calcular una factura. Me declaro irrescatable al respecto. Me parecen un tostón insoportable las primeras páginas de los periódicos. Estoy harto del monotema economicista que nos rodea protagonizado por hombres de despacho que no producen nada y sólo saben recitar cifras en su jerga inaguantable de opositor. Y cada vez me reconozco menos en el desarrolladísimo y caduco mundo occidental. Tengo un coche pequeño y lleno de rozaduras, mi consumismo se reduce al Camel Light y al Red Bull, y disfruto deshaciéndome de ropa superflua cada vez que reordeno el armario. ¿Puede alguien así dirigir un medio digital?. Pues yo creo que sí, porque el pulso se puede tomar a muchas realidades. No puedo más de Rajoyes, Rubalcabas, Draghis, Merkeles y Almunias. Y como no aguanto que llamen “realidad” a este absurdo colectivo que me tiene totalmente saturado, me dedico a bucear en otras realidades.
Por eso he titulado así estas líneas: “Una realidad aparte”, como tituló el antropólogo Carlos Castaneda el segundo volumen de los cuatro que dedicó a relatar sus encuentros con el brujo yaqui Don Juan. Otra forma de vida, otro conocimiento. Otra realidad. Se publicó hace cuarenta años, en la luminosa década de los setenta, cuando el rock progresivo abría caminos nuevos y la curiosidad occidental no se había embotado mirando escaparates. Cuando “otras realidades” se miraban sin prejuicios, y algunos espíritus abiertos eran capaces de pasar de la observación a la aceptación. Un camino que siguió el discípulo intelectual de Castaneda, Víctor Sánchez, introduciéndose en los ritos de los indios wirrarikas en busca del Gran Venado Azul, como explica en “Toltecas del nuevo milenio”. Vivencias espirituales que han subsistido durante siglos a la represión impuesta por la religión invasora.
Castaneda y Sánchez eran científicos que se acercaron con su aparato conceptual para hacer trabajo de campo sobre una realidad que desafió su espíritu; y seducidos por el objeto de su estudio tuvieron la valentía y la humildad de dar el paso y cruzar la frontera.
Y mientras occidente se deja las dioptrías de tanto mirar unas cuentas que nunca le salen, uno está como más interesado en “otras” realidades. ¿Escapismo?. No lo veo así. Más bien realismo puro y duro. Pero de otro orden.
El tiempo pasa…
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Una realidad aparte
Carlos Castaneda se acercó con su bagaje de antropólogo a una realidad que desafió su espíritu. Y se atrevió a cruzar la frontera.
Renuncio a entender las primas de riesgo, los créditos y los déficits. Los telediarios me suenan a chino. De pequeño, cuando veía un número salía corriendo, y todavía soy de los que pasan euros a pesetas mentalmente para calcular una factura. Me declaro irrescatable al respecto. Me parecen un tostón insoportable las primeras páginas de los periódicos. Estoy harto del monotema economicista que nos rodea protagonizado por hombres de despacho que no producen nada y sólo saben recitar cifras en su jerga inaguantable de opositor. Y cada vez me reconozco menos en el desarrolladísimo y caduco mundo occidental. Tengo un coche pequeño y lleno de rozaduras, mi consumismo se reduce al Camel Light y al Red Bull, y disfruto deshaciéndome de ropa superflua cada vez que reordeno el armario. ¿Puede alguien así dirigir un medio digital?. Pues yo creo que sí, porque el pulso se puede tomar a muchas realidades. No puedo más de Rajoyes, Rubalcabas, Draghis, Merkeles y Almunias. Y como no aguanto que llamen “realidad” a este absurdo colectivo que me tiene totalmente saturado, me dedico a bucear en otras realidades.
Por eso he titulado así estas líneas: “Una realidad aparte”, como tituló el antropólogo Carlos Castaneda el segundo volumen de los cuatro que dedicó a relatar sus encuentros con el brujo yaqui Don Juan. Otra forma de vida, otro conocimiento. Otra realidad. Se publicó hace cuarenta años, en la luminosa década de los setenta, cuando el rock progresivo abría caminos nuevos y la curiosidad occidental no se había embotado mirando escaparates. Cuando “otras realidades” se miraban sin prejuicios, y algunos espíritus abiertos eran capaces de pasar de la observación a la aceptación. Un camino que siguió el discípulo intelectual de Castaneda, Víctor Sánchez, introduciéndose en los ritos de los indios wirrarikas en busca del Gran Venado Azul, como explica en “Toltecas del nuevo milenio”. Vivencias espirituales que han subsistido durante siglos a la represión impuesta por la religión invasora.
Castaneda y Sánchez eran científicos que se acercaron con su aparato conceptual para hacer trabajo de campo sobre una realidad que desafió su espíritu; y seducidos por el objeto de su estudio tuvieron la valentía y la humildad de dar el paso y cruzar la frontera.
Y mientras occidente se deja las dioptrías de tanto mirar unas cuentas que nunca le salen, uno está como más interesado en “otras” realidades. ¿Escapismo?. No lo veo así. Más bien realismo puro y duro. Pero de otro orden.
El tiempo pasa…
Una realidad aparte
Carlos Castaneda se acercó con su bagaje de antropólogo a una realidad que desafió su espíritu. Y se atrevió a cruzar la frontera.
Renuncio a entender las primas de riesgo, los créditos y los déficits. Los telediarios me suenan a chino. De pequeño, cuando veía un número salía corriendo, y todavía soy de los que pasan euros a pesetas mentalmente para calcular una factura. Me declaro irrescatable al respecto. Me parecen un tostón insoportable las primeras páginas de los periódicos. Estoy harto del monotema economicista que nos rodea protagonizado por hombres de despacho que no producen nada y sólo saben recitar cifras en su jerga inaguantable de opositor. Y cada vez me reconozco menos en el desarrolladísimo y caduco mundo occidental. Tengo un coche pequeño y lleno de rozaduras, mi consumismo se reduce al Camel Light y al Red Bull, y disfruto deshaciéndome de ropa superflua cada vez que reordeno el armario. ¿Puede alguien así dirigir un medio digital?. Pues yo creo que sí, porque el pulso se puede tomar a muchas realidades. No puedo más de Rajoyes, Rubalcabas, Draghis, Merkeles y Almunias. Y como no aguanto que llamen “realidad” a este absurdo colectivo que me tiene totalmente saturado, me dedico a bucear en otras realidades.
Por eso he titulado así estas líneas: “Una realidad aparte”, como tituló el antropólogo Carlos Castaneda el segundo volumen de los cuatro que dedicó a relatar sus encuentros con el brujo yaqui Don Juan. Otra forma de vida, otro conocimiento. Otra realidad. Se publicó hace cuarenta años, en la luminosa década de los setenta, cuando el rock progresivo abría caminos nuevos y la curiosidad occidental no se había embotado mirando escaparates. Cuando “otras realidades” se miraban sin prejuicios, y algunos espíritus abiertos eran capaces de pasar de la observación a la aceptación. Un camino que siguió el discípulo intelectual de Castaneda, Víctor Sánchez, introduciéndose en los ritos de los indios wirrarikas en busca del Gran Venado Azul, como explica en “Toltecas del nuevo milenio”. Vivencias espirituales que han subsistido durante siglos a la represión impuesta por la religión invasora.
Castaneda y Sánchez eran científicos que se acercaron con su aparato conceptual para hacer trabajo de campo sobre una realidad que desafió su espíritu; y seducidos por el objeto de su estudio tuvieron la valentía y la humildad de dar el paso y cruzar la frontera.
Y mientras occidente se deja las dioptrías de tanto mirar unas cuentas que nunca le salen, uno está como más interesado en “otras” realidades. ¿Escapismo?. No lo veo así. Más bien realismo puro y duro. Pero de otro orden.
El tiempo pasa…
Una realidad aparte
Carlos Castaneda se acercó con su bagaje de antropólogo a una realidad que desafió su espíritu. Y se atrevió a cruzar la frontera.
Renuncio a entender las primas de riesgo, los créditos y los déficits. Los telediarios me suenan a chino. De pequeño, cuando veía un número salía corriendo, y todavía soy de los que pasan euros a pesetas mentalmente para calcular una factura. Me declaro irrescatable al respecto. Me parecen un tostón insoportable las primeras páginas de los periódicos. Estoy harto del monotema economicista que nos rodea protagonizado por hombres de despacho que no producen nada y sólo saben recitar cifras en su jerga inaguantable de opositor. Y cada vez me reconozco menos en el desarrolladísimo y caduco mundo occidental. Tengo un coche pequeño y lleno de rozaduras, mi consumismo se reduce al Camel Light y al Red Bull, y disfruto deshaciéndome de ropa superflua cada vez que reordeno el armario. ¿Puede alguien así dirigir un medio digital?. Pues yo creo que sí, porque el pulso se puede tomar a muchas realidades. No puedo más de Rajoyes, Rubalcabas, Draghis, Merkeles y Almunias. Y como no aguanto que llamen “realidad” a este absurdo colectivo que me tiene totalmente saturado, me dedico a bucear en otras realidades.
Por eso he titulado así estas líneas: “Una realidad aparte”, como tituló el antropólogo Carlos Castaneda el segundo volumen de los cuatro que dedicó a relatar sus encuentros con el brujo yaqui Don Juan. Otra forma de vida, otro conocimiento. Otra realidad. Se publicó hace cuarenta años, en la luminosa década de los setenta, cuando el rock progresivo abría caminos nuevos y la curiosidad occidental no se había embotado mirando escaparates. Cuando “otras realidades” se miraban sin prejuicios, y algunos espíritus abiertos eran capaces de pasar de la observación a la aceptación. Un camino que siguió el discípulo intelectual de Castaneda, Víctor Sánchez, introduciéndose en los ritos de los indios wirrarikas en busca del Gran Venado Azul, como explica en “Toltecas del nuevo milenio”. Vivencias espirituales que han subsistido durante siglos a la represión impuesta por la religión invasora.
Castaneda y Sánchez eran científicos que se acercaron con su aparato conceptual para hacer trabajo de campo sobre una realidad que desafió su espíritu; y seducidos por el objeto de su estudio tuvieron la valentía y la humildad de dar el paso y cruzar la frontera.
Y mientras occidente se deja las dioptrías de tanto mirar unas cuentas que nunca le salen, uno está como más interesado en “otras” realidades. ¿Escapismo?. No lo veo así. Más bien realismo puro y duro. Pero de otro orden.
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