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21 julio, 2018

Lutz Seiler - Kruso (2014)



En términos generales diría que Kruso es una novela “de isla” y como tal o se presta para lo utópico, lo erótico, la experiencia excepcional y de aventura. Todo en una isla se opone a lo continental, a lo fijo y cotidiano. Una isla puede parecer un barco, es decir un espacio pequeño, de cierta forma cerrado, pero abierto al mar. El motivo de la isla es apto para escribir sobre sociedades, reales, deseadas, en formación o en miniatura.
Kruso es también una novela sobre refugiados y náufragos (y sobre luto o duelo de los que se quedan vivos) y de esa manera, dolorosamente actual. Es una novela sobre fronteras y espacios liminares, tanto en lo territorial como en lo temporal: ambientada en los meses que antecedieron la caída del muro. Hay muchos espacios ambiguos como el de Edgar.
Un poco antes de comenzar las vacaciones de verano, Edgar Bendler no aguanta más en su casa y viaja a Hiddensee en el mar báltico donde se busca un trabajo de temporada. Lo emplean de muchacho para lavar la loza, plonguer. El ex-estudiante de literatura, Edgar, no escucha noticias, no registró su domicilio en la isla, está dentro y está fuera del país, medio legal medio ilegal.
Para mi esta novela fue un gran hallazgo, la disfruté muchísimo. Pero creo que no a todos les va gustar igual que a mi. Pido perdón desde ya si me desvío del tema pero voy a meter cosas personales para explicar. Para mi, un libro es bueno, cuando conecta con algo personal, por lo tanto ese “bueno” es desde luego un criterio muy subjetivo. O te toca por dentro o no te gusta para nada. No me da para escribir sobre la novela de forma objetiva. O quizás simplemente soy susceptible para las novelas “de juventud” con protagonistas que se tornan adultos.
En la isla que tiene forma de un caballito de mar, Ed conoce a la tripulación, muchos de ellos educados en humanidades y algunos personajes medio locos. Se citan Trakl, Rimbaud, Artaud, Defoe, Dostoievski. El restaurante es un barco que se mueve sobre la arena que es objetivo de erosión. Junto a Kruso, otro poeta, Ed mete las manos al agua y pasa el día fregando platos que se ahondan como barcos en la sopa de restos de comida, grasa, productos de limpieza y pelos. Poco a poco conoce a la isla, los otros restaurantes, las playas, las torres de vigilancia de los militares. En eso, por lo que leí por ahí, la novela tiene algo de autobiográfico.
Es una novela sobre la libertad y en muchos sentidos (desde el principio Ed desconfía de la ingenuidad y romantización de los jóvenes hippies bronceados por el sol que vienen a la isla porque quieren escapar un rato del control de la escuela y los adultos del la RDA y emborracharse entre sus iguales y se entretienen con los rituales espirituales del camino de la iluminación interior) y sobre el amor y la dependencia, el amor erótico y sobre todo el deseo de encontrar un hermano. Ni son los hippies los más libres, ni los militares los más malos.
Rodeada de la tripulación y de los visitantes, Ed está cada vez más feliz, y llega a enamorarse, hay numerosas alusiones e insinuaciones a una cierta homosexualidade y hay unas escenas con chicas hippies que lo llevaron al autor ganar un premio literario que irónicamente celebra la peor escena de sexo. Pero Ed no solo se enamora, se entrega y se ofrece incondicionalmente, desea ser como su ideal que es fuerte, bronceado, confiante, representa lo que Ed carece, a Ed me lo imagino pálido, escuálido y tímido. Hasta llegar el momento en el que él tiene que ser la parte fuerte.
La prosa de Sailer es linda, muy linda. Muy concentrada en detalles que funcionan para criar imágenes fuertes en vez de contar de manera aburrida. Este inmenso cuidado con el lenguaje me causó una efecto similar que O meu irmão de Afonso Reis Cabral, leer con todos los sentidos abiertos.
Otro grande insight personal de esta lectura incide en que el alemán también es un idioma bonito. Aprendo/me acuerdo de palabras que olvidé hace mucho tiempo, que lindo suena, por ejemplo, la palabra: Äonen. Mucho me suena un poco a anacronismos, mas es porque hace mucho no hablo ni leo alemán. Como se traduce sin notas al pie? E un libro para leer con una hoja de apuntes al lado a pesar de tener un estilo muy fácil y llevadero. Por ejemplo, describe al protagonista intentando de mantener “la hoguera” de su conversación consigo propio, porque es lo que mantiene a Ed cuerdo en un momento duro, como las conversaciones con un zorro muerte en una cueva en la playa y al final también su libreta de apuntes/diario. O cuando en las horas pico la tripulación entona su "himno" sobre la luna y el hombre que van juntos atraídos por el mar. Un poema holandés lindísimo (https://nl.wikipedia.org/wiki/Melopee), si alguién encuentra una traducción al castellano que me avise, por favor.
Las novelas, cuando son así de buenas, pasan de ser novelas de leer en el metro o antes de dormir y pasan a ser novelas de café. Las divido en pequeñas porciones, las leo despacio para tenerlas más tiempo, procuro estar bien despierta y concentrada, ando por el barrio con el libro bien apretado en la mano, dedicándome un tiempo especial.
Tal como en los tiempos de estudiante de Ed, en los míos también había un Café Corso. Y las vueltas de la vida a mí también me llevaron a trabajar de camarera en una isla en el mar del norte (les juro que no sabía que Alemania tenía islas, aparte de Sylt y Helgoland!) y es curiosa todo esta cultura de "los islenios" que se quieren contrastar contra "los continentales" como gatos y perros. Además el turismo masivo crea ambientes muy insólitos, una mezcla rara, por lo menos para mi, que en vez de libre, me sentía más sofocada en este pequeño espacio sin salida. Aunque claro, en el ‘89 habría sido otra cosa que nada que ver. No conocí a ningún Kruso. Pero que el restaurante era un barco, eso sí, era con una cubierta revestida por vidrio a la vuelta, por encima de las dunas con los cargueros y faros a la vista, con copas que titilaban con el movimiento invisible que no era del viento. Igual que en la novela, el capitán había lo mismos shows para los clientes del día. Y al no permitir autos, había también las carretillas de mano y los carros tirados por caballos-osos. Igual que en la novela recogían el Sanddorn (Hippophae rhamnoides) de los arbustos que abundan ahí y hacían dulces, mermeladas e licores que junto al aire saludable curaban los cuerpos de los turistas. (Pero al contrario de como es en la novela en mi restaurante se comía todo tipo de pescados cuyos nombre me costaba aprender. En mi isla también hubo curiosidades, por ejemplo naufragó un carguero de contenedores y las playas se llenaron de huevos Kinder.)
Pero estas novelas buenas me suelen hacer también mal, porque son los que me tocan mueven desde el interior, algo que no todas las novelas consiguen (como por ejemplo lo hizo la novela de Joyce Carol Oates que leí hace poco). Así como no es todo tan lindo y por ahí en la segunda mitad se comienza a trabajar la experiencia difíciles, logro a afectar a mi animo, ni hablar de la tristeza de acabar la novela. Creo que lo bueno de la novela está justamente aquí. Seiler no para de narrar donde se supone que acabó la trama central, no inventa un final fácil. No pone un final abierto o cerrado, pero algo inesperado (Ed no encontró exactamente lo que buscaba, pero algo encontró). Y después el epílogo – raramente me gustan – no encara desde lo fácil, me pareció bien logrado.
Si tengo que elegir también su punto débil, la única parte que me pareció un poco tediosa eran los recuerdos de infancia de Ed, y la seriedad absoluta de su carácter.
En fin, cerré el libro y pensé que quiero leer más, urgentemente. Pero Sailer es poeta y ensayista, Kruso su primera novela. Yo y la poesía no nos entendemos, voy a tener que leer sus ensayos tal vez.




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