En términos
generales diría que Kruso es una novela “de isla” y como
tal o se presta para lo utópico, lo erótico, la experiencia
excepcional y de aventura. Todo en una isla se opone a lo
continental, a lo fijo y cotidiano. Una isla puede parecer un barco,
es decir un espacio pequeño, de cierta forma cerrado, pero abierto al
mar. El motivo de la isla es apto para escribir sobre sociedades,
reales, deseadas, en formación o en miniatura.
Kruso es
también una novela sobre refugiados y náufragos (y sobre luto o
duelo de los que se quedan vivos) y de esa manera, dolorosamente
actual. Es una novela sobre fronteras y espacios liminares, tanto en
lo territorial como en lo temporal: ambientada en los meses que
antecedieron la caída del muro. Hay muchos espacios ambiguos como el
de Edgar.
Un poco antes
de comenzar las vacaciones de verano, Edgar Bendler no aguanta más
en su casa y viaja a Hiddensee en el mar báltico donde se busca un
trabajo de temporada. Lo emplean de muchacho para lavar la loza,
plonguer. El ex-estudiante
de literatura, Edgar, no escucha noticias, no registró su domicilio
en la isla, está dentro y está fuera del país, medio legal medio
ilegal.
Para mi esta
novela fue un gran hallazgo, la disfruté muchísimo. Pero creo que
no a todos les va gustar igual que a mi. Pido perdón desde ya si me
desvío del tema pero voy a meter cosas personales para explicar.
Para mi, un libro es bueno, cuando conecta con algo personal, por lo
tanto ese “bueno” es desde luego un criterio muy subjetivo. O te
toca por dentro o no te gusta para nada. No me da para escribir sobre
la novela de forma objetiva. O quizás simplemente soy susceptible
para las novelas “de juventud” con protagonistas que se tornan
adultos.
En la isla que
tiene forma de un caballito de mar, Ed conoce a la tripulación,
muchos de ellos educados en humanidades y algunos personajes medio
locos. Se citan
Trakl, Rimbaud, Artaud, Defoe, Dostoievski. El restaurante es
un barco que se mueve sobre la arena que es objetivo de erosión.
Junto a Kruso, otro poeta, Ed mete las manos al agua y pasa el día
fregando platos que se ahondan como barcos en la sopa de restos de
comida, grasa, productos de limpieza y pelos. Poco a poco conoce a la
isla, los otros restaurantes, las playas, las torres de vigilancia de
los militares. En eso, por lo que leí por ahí, la novela tiene algo
de autobiográfico.
Es una novela
sobre la libertad y en muchos sentidos (desde el principio Ed
desconfía de la ingenuidad y romantización de los jóvenes hippies
bronceados por el sol que vienen a la isla porque quieren escapar un
rato del control de la escuela y los adultos del la RDA y
emborracharse entre sus iguales y se entretienen con los rituales
espirituales del camino de la iluminación interior) y sobre el amor
y la dependencia, el amor erótico y sobre todo el deseo de encontrar
un hermano. Ni son los hippies los más libres, ni los militares los
más malos.
Rodeada de la
tripulación y de los visitantes, Ed está cada vez más feliz, y
llega a enamorarse, hay numerosas alusiones e insinuaciones a una
cierta homosexualidade y hay unas escenas con chicas hippies que lo
llevaron al autor ganar un premio literario que irónicamente celebra
la peor escena de sexo. Pero Ed no solo se enamora, se entrega y se
ofrece incondicionalmente, desea ser como su ideal que es fuerte,
bronceado, confiante, representa lo que Ed carece, a Ed me lo imagino
pálido, escuálido y tímido. Hasta llegar el momento en el que él
tiene que ser la parte fuerte.
La prosa de Sailer es linda, muy
linda. Muy concentrada en detalles que funcionan para criar imágenes
fuertes en vez de contar de manera aburrida. Este inmenso cuidado con
el lenguaje me causó una efecto similar que O meu irmão de
Afonso Reis Cabral, leer con todos los sentidos abiertos.
Otro grande
insight personal de esta lectura incide en que el alemán
también es un idioma bonito. Aprendo/me acuerdo de palabras que
olvidé hace mucho tiempo, que lindo suena, por ejemplo, la palabra:
Äonen. Mucho me suena un poco a anacronismos, mas es porque hace
mucho no hablo ni leo alemán. Como se traduce sin notas al pie? E un
libro para leer con una hoja de apuntes al lado a pesar de tener un
estilo muy fácil y llevadero. Por ejemplo,
describe al protagonista intentando de
mantener “la hoguera”
de su conversación
consigo propio, porque es lo que
mantiene a Ed cuerdo en un momento duro, como las conversaciones con
un zorro muerte en una cueva en la playa y al final también su
libreta de apuntes/diario. O cuando en las horas pico la tripulación entona su "himno" sobre la luna y el hombre que van juntos atraídos por el mar. Un poema holandés lindísimo (https://nl.wikipedia.org/wiki/Melopee), si alguién encuentra una traducción al castellano que me avise, por favor.
Las novelas, cuando son así de
buenas, pasan de ser novelas de leer en el metro o antes de dormir y
pasan a ser novelas de café. Las divido en pequeñas porciones, las
leo despacio para tenerlas más tiempo, procuro estar bien despierta
y concentrada, ando por el barrio con el libro bien apretado en la
mano, dedicándome un tiempo especial.
Tal
como en los tiempos de estudiante de Ed, en los míos también había
un Café Corso. Y
las
vueltas de la vida a mí también
me llevaron a trabajar de camarera en una isla en el mar del norte
(les juro que no sabía que Alemania tenía islas, aparte
de Sylt y Helgoland!) y
es curiosa
todo esta cultura de "los islenios" que se quieren
contrastar contra "los continentales" como
gatos y perros. Además el turismo
masivo crea ambientes muy insólitos, una mezcla rara, por lo menos
para mi, que en vez de libre, me sentía
más sofocada en este pequeño espacio sin salida.
Aunque claro, en el ‘89 habría
sido otra cosa que nada que ver. No conocí a ningún Kruso. Pero
que el restaurante era un barco, eso sí, era con una cubierta
revestida por vidrio a la vuelta, por encima de las dunas con los
cargueros y faros a la vista, con copas que titilaban con el
movimiento invisible que no era del viento. Igual que en la novela, el capitán había lo
mismos shows
para los clientes del día. Y al no permitir autos, había también
las carretillas de mano y los carros tirados por caballos-osos.
Igual que en la novela recogían el
Sanddorn (Hippophae
rhamnoides) de
los arbustos que abundan ahí y hacían dulces, mermeladas e licores
que junto al aire saludable curaban los cuerpos de los turistas. (Pero
al contrario de como es en la novela en
mi restaurante se comía todo tipo de pescados cuyos
nombre me costaba
aprender. En
mi isla también hubo curiosidades, por ejemplo naufragó un carguero
de contenedores y las playas se llenaron de huevos Kinder.)
Pero estas novelas buenas me suelen
hacer también mal, porque son los que me tocan mueven desde el
interior, algo que no todas las novelas consiguen (como por ejemplo
lo hizo la novela de Joyce Carol Oates que leí hace poco). Así como
no es todo tan lindo y por ahí en la segunda mitad se comienza a
trabajar la experiencia difíciles, logro a afectar a mi animo, ni
hablar de la tristeza de acabar la novela. Creo que lo bueno de la
novela está justamente aquí. Seiler no para de narrar donde se
supone que acabó la trama central, no inventa un final fácil. No
pone un final abierto o cerrado, pero algo inesperado (Ed no encontró
exactamente lo que buscaba, pero algo encontró). Y después el
epílogo – raramente me gustan – no encara desde lo fácil, me
pareció bien logrado.
Si tengo
que elegir también su punto débil, la única parte que me pareció
un poco tediosa
eran los recuerdos de infancia de Ed, y la seriedad absoluta de su
carácter.
En fin, cerré el libro y pensé
que quiero leer más, urgentemente. Pero Sailer es poeta y ensayista,
Kruso su primera novela. Yo y la poesía no nos entendemos,
voy a tener que leer sus ensayos tal vez.
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