Agosto salió en entropía, la misma editorial que editó Opendoor de Iosi Havilio. Pues, pienso que si así escriben los jóvenes, no tienen nada que envidiar a los grandes. Me encantó. Es una novela corta, relativamente simple, pero buena, que impacta por ser diferente, por mostrarse muy íntima, sin ser de ese tipo de auto-ficción insoportable en que se cuentan solo cotidianidades y pensamientos depresivos.
Me parece que la idea que sostiene el libro es la de la distancia, espacial y temporal, voluntariamente tomada o no. La distancia entre la casa de la familia, de la juventud en la Patagonia y la casa del ahora, de la vida adulta que se construyó en Buenos Aires. Emilia, la protagonista, viaja a Esquel, reduce la distancia a pesar de que sabe que van a surgir recuerdos dolorosos, que ponen en cuestión el status quo. Permite pensar en cuanto de su vida se decide, y cuanto simplemente pasa y uno lo deja ser. Porque ella está bien en Buenos Aires, pero claro, su vida podría haber sido, o podría ser a partir de ahora, diferente, siempre hay esa duda que cobra fuerza cuando se cruza con su ex-novio y se entera que éste ahora tiene dos hijos. La maternidad es una elección? Y el amor? La voz narrativa habla en segunda persona, como contándole a la amiga ausente, como contándole a alguien como para encontrar la actitud con la que ir afirmando el yo, una voz con la que cuidarse.
También habla del campo, del frío del contraste de Esquel con el alboroto de gente y tránsito de Buenos Aires, y de los años 90 en los que Emi veía Generación X y la Trilogía de colores de Kieślowski y escuchaba los Counting Crows y Babasonicos. Mientras que en Opendoor la muerte de la amiga ocurre en la ciudad y el campo se presenta como escapatoria, en Agosto es el campo que la protagonista asocia a la muerte, es ahí que murió su mejor amiga de la adolescencia, es ahí donde su madre la abandonó junto a su hermano y su padre. También aquí hay animales, en la ciudad hay un ratón, un intruso que repugna a Emi, y en el campo hay un gato, el de su amiga, que le reconforta. Ambos animales se asocian a los lugares, tienen un territorio, son las cosas ciertas en un mundo sin certezas. Y bueno, los hijos son otra cosa un poco animal, aunque sea raro o equivocado trazar una comparación tan directa, pero es eso que le asusta a Emi y ella sabe. Es un torbellino de emociones que deja ganas de leer más de la autora.
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