07 mayo, 2016

Lawrence Durell - Justine (El cuarteto de Alexandría - I, 1957)





Entre tantos libros que leo últimamente sobre la guerra cabe uno sobe el amor. Es un libro que en otro momento seguramente llamaría de pretencioso, mas que en este momento me llevó a otras dimensiones de mi propio pensamiento (creo). Leía una página y me quedé el resto del día con eso en la cabeza y decía a quien cruzaba mi camino que era el mejor libro que ya leí en la vida (pero los que me conocen saben que eso me pasa frecuentemente en mi proceso de descubrir la literatura).
Se trata de la historia de un cuarteto amoroso (cuarteto es una forma de decir, porque son muchos más) que vive en la ciudad de Alejandría durante la segunda guerra mundial, contada en cuatro libros. Hay ediciones de cuatro en uno, o se pueden adquirir por partes (Justine, Balthazar, Mountolive, Clea). Según el autor sostiene, esta tetralogía representa un intento de superar la forma clásica de la novela (las cadenas de la forma que se estableció como norma), mostrando las misma historia, y en este caso una historia de relaciones amorosas en Alejandría, de varias perspectivas y relativizar así la verdad, que nunca es absoluta, pero que tampoco dejamos de procurar.
Como sucede con los libros que nos consideramos buenos, me hizo pensar en cosas en las que nunca había pensado (tanto), pero que tal vez necesitaba pensar en este momento de mi vida. Sospecho además, que me enamoré un poco de este libro, quiere decir que me fasciné, me perdí un poco, me dejé llevar, me ilusioné y en momentos volví a sentir los pies en la tierra y pensar, pero pará un poco, que exagerado. No es fácil de explicar, pero intento:
Ya comenzamos de manera polémica, con citas de S. Freud ,"Comienzo a creer que todo acto sexual es un proceso que envuelve cuatro personas,.." y de Marquis de Sade. Sexo y psicología. Virtud y vicio, moral y placer, norma e perversión. No me sorprendí cuando leí que Lawrence Durell era amigo de Henry Miller.
Esta obra de Lawrence Durrell – de quien nunca había escuchado hablar – constituye, en mi entender, un valiente experimento de abordar la confusión cotidiana de las relaciones interpersonales en espacios urbanos que a veces toman forma de un carrusel absurdo, con espejos y tornillos sueltos y que parece girar alrededor de un centro invisible y probablemente móvil en el cual una persona da por si, sin saber como ahí llegó a parar y que ha de hacer para recuperar algún control sobre los acontecimientos. Durrell nos presenta primero a Justine, una persona increíblemente atractiva, que es la enamorada del narrador, esposa de un rico banquero, pero amante de otros, y en general amiga íntima de todos. Ora, el amor tiene tantas facetas, tantos colores y formas de manifestarse que es imposible extraer una trama en limpio, porque es más complexo de que esta parte que la razón consigue acompañar. Entonces, están todos enamorados ciegamente por otros, algunos ni lo saben, a su vez todos tienen una historia previa de relaciones con otros. Desde luego, lo que más domina al hombre en sus hechos es el miedo del abandono.
Influye también el hecho de que algunos son ricos y mantienen y protegen los que no lo son. Otros cargan con enfermedades crónicas o traumas jodidas. Alguien da trabajo a otro, este subcontrata a otro y a la vez son todos espías para algún gobierno y miembros de sociedades secretas. Se entreveran el amor, el dinero, la profesión, la religión, la filosofía.
La historia se narra desde una perspectiva posterior, tratando de reconstruir y entender los hechos (y averiguar un pasado que Justine ocultó con habilidad), a partir de diferentes textos. El narrador que se llama Darley también es escritor, se apoya en fragmentos del diario de Justine y de Nessim, no siempre declarando de que autoría son los párrafos escritos, lleva el lector por un camino sinuoso, porque, como bien observa, la memoria es un prisma traicionero. Nuestro personaje central, Darley, descubrió que Justine tiene un ex-esposo, Arnauti, que es escritor a su vez y publicó un libro en cuyo personaje femenino central se encuentra una Justine más joven. Nuestro narrador comparte su apartamento precario con Pombal, empleado del consulado francés y a través de él se entera que el mismo señor cónsul está interesado en Justine, le advierten de medir sus pasos. En su ausencia, Pombal sub-alquila la casa a Pursewarden, escritor inglés cuyos libros todos de la cuadrilla conocen, que es genial, pero lleva la vida embriagado y como varios personajes, auto-destructivo. El poderoso Nessim, el actual esposo de Justine, pintor y astrónomo amador, se muestra generoso con el narrador y lo alberga en su mansión, estableciendo lazos nuevos con gente importante y finalmente haciéndose amigo cercano. El narrador también trama lazos fuertes con Melissa, bailarina con tuberculosis, pobre como un ratón de iglesia, dulce y frágil, banal, pero encantadora. Compara sus relaciones con las diferentes mujeres, logra comprender una parte teoricamente, pero luego es arrastrado también por cosas de más peso.
Los lectores se preguntarán, que es que tiene esa tal Justine de tan especial? Y si no fuese ninfomaníaca sería igual de interesante? Con mucha destreza, el autor logra llevarnos a explorar el amor y el placer del cuerpo, sin explicitar nunca las relaciones sexuales, también sin querer servirse simplemente de la psicología (dice que no, pero al final Freud está presente también), más que eso a través de la poesía. Analiza tanto las dimensiones de la sensualidad y de la intimidad - que no es una tarea fácil, como también explora el lado sombrío de lo humano, el poder, los celos, etc. Y si sabía más de los filósofos que trabajaron la belleza, la voluntad, el saber y el arte, encontraría todo ahí.
Frecuentemente aparecen como motivo los espejos, sin los cuales la vida sería más difícil de ver, porque es ahí donde nos reconocemos a nosotros propios y donde el amor se multiplica y se puede ver una persona(lidad) desde otro lado (que llega más próximo a su comprensión que ver solo un lado desde nuestro tan limitado punto de vista). Más que los espejos, es el amor que está en el mundo para multiplicar las personas. Y a menudo descubrimos es más fácil conocer una persona a través del amor que un conocido tiene por ella.
Todos los personajes tienen una cosa en común, son artistas. Escriben, bailan, pintan. Están ahí Balthazar, médico, teólogo, judío y Clea, una pintora. Ambos consiguen mantener una distancia a las cosas, a nivel de pensamiento y en como van viviendo el amor y el sexo de manera diferente. A propósito Clea lee A rebours, Huysmann (como el personaje central de Sumissão de Michel Houellebecq).
Para mi era muy interesante esta responsabilidad que se atribuye al lugar (al espacio), porque para el narrador es la ciudad - ya bajo efectos de la creciente globalización - la principal responsable de muchas cosas, afirma que Alejandría tiene cinco razas, cinco leguas, media docena de creencias y mas de cinco sexos, "É a cidade que deve ser julgada, embora seja sobre nós, os seus filhos, que recaia a punição". Ya para el escritor romántico portugués Eça de Queiroz la ciudad de Alejandría era cosmopolita y sensual, con la fuerza de relativizar todo fanatismo católico europeo.
Y solo los comenté el comienzo, porque en Justine hay también intriga, suspenso y muerte.
Voy a comenzar la segunda parte, después les cuento.

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