La cárcel de Palencia se llama La Moraleja y organiza una exposición de
arte llamado "en-cárcel-arte" - esa frase inaugura 235 páginas llenas de
de humor. Es un libro para reírse de carcajadas, mucho vocablo español de cachondeo que se me escapa, pero me divertí mucho, me encariñé con los personajes, después me aburrí un poco y temí un final flojo, pero el final está bien, un happy end empalagoso exagerado, pero encaja bien.
La historia está anunciada en la contracapa del libro: a uno del GRAPO le toca la lotería. No puede cobrar porque no tiene DNI. Es un libro sobre dinero y sobre la suerte, y sobre todo sobre Madrid, sus esquinas y bares y sus habitantes jovenes desgraciados juntando pesetas como pueden para sobrevivir y comprarse una Blizz Cola y algo de prensa el fin de semana.
Es también un libro sobre los barrios de Ventilla y Bravo Murillo allá por el 1986. Al final el autor incluyó una lista de los bares reales e inventados y describe su actual estado.
Francisco va todos los días bar madrileño esperando sus consignas secretas. Pero no nos enteramos de los objetivos de la lucha del GRAPO ni de motivaciones políticas. El narrador nos deja ver los pormenores de la vida cotidiana de Francisco, sujeto pobre como una rata de iglesia, pero bien organizado, al que le gusta leer pero que no tiene dinero para libros, que como se sabe de la primera página, terminará preso. Pero antes de eso gana la lotería y se enamora de la mujer de su vida.
Recomendo plenamente la lectura de Los millones. Mi único contra es que me quedé con una sensación de haber leído algo un poquito simple demás, una novela de verano; que se podría haber hecho más saltos en el tiempo, cambios de perspectiva, reflexiones sobre otra cosa que bares de Madrid o incluído alguna cosita un poquito más compleja que incluyera también lados oscuros de Francisco y Primi. Pero ahí está, yo que no sabía nada del GRAPO, me sonaba algo de grupitos de terroristas de izquierda, género sendero luminoso, muy a fondo de la cabeza, pero lo mismo podía ser algo inventado del autor. Supongo que el lector madrileño en edad de haber vivido la época aquella verá aquello todo un poco con mixed feelings, no sé, digo que quizás el personaje de Francisco le caerá menos bien y le julgará alguién menos incocentillo.
El humor y la elocuencia de parloteo del autor me cayeron bien (es que tipos de humor hay muchos) aunque no tuve necesidad de apuntar frases o expresiones que quiero recordar. Pero estoy segura que para alguien que pille más vocabulario y que reconoce la capital ochentera, la novela tiene aún mucho más valor.
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