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23 marzo, 2017

Pablo Ramos - El camino de la luna (2012)


Otro deprimido más. A mí me gustan los deprimidos y en la literatura que leo hay millones de matices, de deprimidos, de ansiosos, de sin-esperanzas, de desesperados, de existencialistas. Por ejemplo, Pablo Ramos es muy diferente de Onetti o de Levrero o de otros que ahora no me acuerdo de ejemplos mejores.
Quería volver a las literaturas argentinas del presente, porque aunque no crea mucho en la idea de patria, la lengua es una, eso sí. Ya había leído su novela El origen de la tristeza hace unos anos. Como es marca característica de los textos de Pablo Ramos, también en El camino de la luna todos los cuentos son protagonizados por Gabriel Reyes del barrio del Viaducto, el "personaje-otro yo" del escritor en diferentes edades y circunstancias. En esta colección de cuentos, hay unos cuantos que me parecen más realidad que cuento (pero eso no se puede decir sobre literatura). Es un mosaico de momentos entre los que se salta sin orden cronológica, algunos son angustiantes, otros muy felices, momentos con peso sobre la vida y otros que parecen banalidades, pero que están escritos de forma precisa y completa, quiero decir, transmiten un clima emocional bien definido. Algunos me gustaron más, otros menos, pero todos tienen un no-sé-qué. Anoche leí el último cuento y me quedé soñando con él último, incorporándole mis propios personajes.

Gabriel como viejito desorientado, la vida de adicto a la heroína bajo un puente de autopista en Buenos Aires. Vacaciones en una playa-basural del noreste brasileiro infernal, Gabriel de adolescente en el hospital, en la conversa con una amiga, pensando en monedas para pagar la travesía del río que lleva a la muerte - se pone en los ojos o en la boca? El peso de la memoria del padre como elefante muerto en una valija y palabras cariñosas con desconocidos. Gran tema: Gabriel y el fútbol. Gabriel y neo-nazis en un tren de Berlín-este. La amistad entre el padre peronista de Gabriel y un tipo derechista durante el mundial '78. Gabriel en un momento de serenidad y delicia casi perfecta al desayunar con la maquina de escribir en un jardín en Brasil y oler castanhas assadas. Gabriel y la chica de pelo verde y la mafia de Avellaneda, pistolas, merca, lluvia y vías de tren. Hijo angustiadísimo de madre horrible ex-alcohólica en hospital privado. Recuerdos de ir acampar e ir pescar que vislumbran una familia que podría tener sido.

Y en el medio hay muchas reflexiones sobre el valor terapéutico de escribir, de nombrar lo innombrable de convertir experiencias. Y hay alcoholismos, abusos sexuales, torturas, mas también alegría infantil, recuerdos buenos, momentos mágicos, música y bicicletas.
Es uno de esos autores que a veces me hacen pensar que podrían trabajar un poquito más la manera de cómo cuentan, de como arman la trama, de que información adelantan o ocultan a lector. Pero después pienso, que está muy bien así como está, esta forma le pertenece, es la que él encontró y cierra. La noción de inacabado es la que dejan a propósito, porque es la experiencia de vida que transmite. Una experiencia que es así, como cuando se dice "la vida es así", y se refiere a su arbitrariedad, a sus golpes secos y a sus momentos de gloria inesperados.  Igual estos conceptos ya no se usan y eso de "podrían trabajar más la intertextualidad" se desvela como una posición conservadora y reaccionaria. La literatura no tiene que ser vanguardista, bien pode ser popular y me quedo con ganas de leer más literatura "de barrio". Y está muy bien así. No sé si me explico.

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