La novela se arma con lo que seria una semana - una de esas semanas - en la vida del protagonista llamado Esperanto. Una semana (domingo y lunes actúan en tándem como policía bueno y policía malo, hay que tener cuidado con todos los días igual) que al final es compuesta más por recuerdos y alucinaciones que por acontecimientos, aunque cuando llegamos al sábado comienza la acción y no decepciona. Nacido en una familia grotesca, poblada de suicidas e personajes insoportables, frecuentador de un psicoanalista inútil, Esperanto se define como ex músico, de rock (pasó su juventud en los 1970s) que recientemente (los 90s de la publicación), medio sin querer, hizo fortunas con jingles publicitarios, el cumulo de la maquinaria de la industria cultural, pero no quiere saber del dinero.
Temáticamente, en el 2017, ya no es nada nuevo leer descripciones del hombre zapping, de MTV y de la Aldea Global, del Homo 24 Horas en la ciudad moderna llena de no lugares, discotecas, aeropuertos, shopping centers, santuarios, que, como el narrador especifica, ".. están íntimamente relacionados con el movimiento perpetuo, con el insomnio de los desórdenes psicofísicos y con los siempre caudalosos surtidores de la histeria". Como dije, no entiendo nada de todas estas musicas mencionadas, pero también usa metáforas comprensibles para los iletrados musicales, la nostalgia del vinilo, del walkman que fue subsituído por el CD. El lado A y El lado B, por ejemplo le sirven a Esperanto de pensarse en el mundo, y a pesar del éxito que tuvo como músico, él está en el lado más experimental y raro del universo, el lado B, esa realidad aparte y canina, y no en el lado de los hits. Lo de la música al final no es tan diferente de lo que ocurre en literatura. Por ejemplo esto de los tributos y homenajes en demasía: "Esperanto tampoco conseguía explicarse el compulsivo y constante autorrevisionismo del rock. Un género que, con apenas medio siglo de vida, ya se refugiaba en la complacencia de morderse la cola como una serpiente que ha perdido su único colmillo y a la que sólo le queda el cuestionable divertimiento de cambiar una y otra vez la misma piel".
También le sirve de modelo de pensar a Esperanto, el salto entre lo blanco y negro a lo multicolor. En los tiempos de la tele de su infancia los actores tenían que ser buenos, se distinguía ficción y realidad. "No les interesaba imitar la realidad sino proponer una versión alternativa y mejor de esa realidad supuestamente imperfecta." Hoy (1995) hay reality shows, culos y tetas, dibujos animados, y, casi me olvidé - Kurt Cobain y su smells like teen spirit - y zombies como el medio hermano de Esperanto y hay la irrealidad virtual de su pasado (en esa opción de su existencia, los padres de Esperanto eran una pareja de hippies recién expulsados del paraíso acuariano). Me cansaron los incontables menciones de nombres de músicos, actores o canciones y palabras en inglés incorporados del narrador, batteries included, play, pause, etc,.. .
La nostalgia, la juventud perdida, la sensación de "el mundo es un pañuelo y nosotros no somos más que mocos", el conflicto entre generaciones, todo eso son cosas con que me identifico (fui joven en los 90 después de todo), pero en esta novela me aburrió un poco la constante vuelta a la simple afirmación, de que no hay futuro, porque entramos en un nuevo milenio y la recurrente referencia de la proximidad del Apocalipsis anunciado por taxistas y demás. No sé cuantas veces Esperanto se sienta a esperar el fin del mundo, pero son muchas. Por eso, me pregunto si las novelas "de los 90" habría que haberlas leído en los
90, para entender mejor "como se siente un treintañero argentino en el
95", si pierden algo si se los lee 20 años después.
Pero hay más que descripciones en la historia de Esperanto. Lo que Esperanto recuerda y lo que le arruina el presente son los hechos traumáticos de su
servicio militar durante el Proceso en Canciones Tristes en la Patagonia (que no sé si existe, pero existe en otras novelas de Fresán) en el 1978, donde sus amigos cercanos fueron
desaparecidos, y otro hecho traumático, como verdadero desdichado, que ocurrió en una playa del Brasil. Dos playas invadidas, dos paraísos perdidos. Me pareció una buena historia, bien narrada y con bastante valor explicativo para el lamento del fracaso y la desistencia y todo el sinsentido (nacional).
Toda la galería de personajes lleva
nombres muy raros, nombres a veces proféticos (estigmas), que facilita
al lector recordárselos, por ejemplo a la Montaña García, Big Bang,
Dani/Tony, Woodstock baby, el Mesías del Fuego, etc. Todo es un poco como en las telenovelas, es una novela-espectáculo {como en la clasificación que hace Laddaga (?) o Montoya Juárez (?) }.
Por el tema y por el estilo, Esperanto me pareció comparable a lo que
hicieron varios otros autores. Por ejemplo tuvo algunos parágrafos sobre
música que son muy parecidos a los de Limbo (2014) del español Agustín Fernández Mallo (*1967). Sin identificar que me hizo la asociación, de repente me acordé de una novela de David Trueba,
otro español (* 1969), que leí hace unos años. Rodrigo Fresán creo que
vive en España, pero bueno, no tiene nada que ver. De resto lo encajo en
mi especie de orden personal, en algún lado (quizás no tan próximo,
pero en fin) entre Fogwill (1998) y Aira (1993) (por los giros absurdos que toma la
trama, por la descripción de la aceleración de los 90 con sus discotecas
y drogas y toda su tecnología nueva, su estilo cínico, humor exagerado,
llegando a lo grotesco. Remotamente (una década) quizás esté emparentada también con La virgen Cabeza de Gabriela Cabezón Cámara (2009).
Personalmente, eso de la imagen de James Dean (no sé quien es y que tiene que ver y no me interesa) y de las listas de canciones me aburrió soberanamente. Pero quien sabe de la historia de la música popular (pop, rock y no sé que más) moderna, encontrará reflexiones y listas y referencias a canciones de la época de los Beatles en adelante. En el prólogo Fresán explica los trucos de la cajita mágica de su literatura, para que nadie lo acusara de plagio está ahí listado que idea sacó de donde.
Resumiendo, Esperanto es un caso de estos que me parecen bocetos, o primeras versiones, textos que podrían llegar a ser muy buenos si el autor los trabajase más un poco, pero que el autor ya dio por terminado y no hay forma de reclamarle, soy yo que tengo que aceptarlo, si no me gusta como quedó, me jodí. Me dijeron que su novela Mantra (del 2001) es muy buena. Por otro lado, es una novelita de esas que se leen de un tirón en un día de folga, o en pedazos diarios en los viajes de metro o mientras se desayuna a toda prisa.