Los daños
materiales comienza con un aviso: esto no es una novela. Se
supone que se lee como una carta escrita por la narradora. Me reí
muchísimo de los incontables sinónimos de
palabras que describen el acto de follar. Pero no
es un libro tonto. Es verdad que el libro tiene sus pasajes un
poco largas o pesadas, y es verdad que en mi
alrededor me miraban como si estuviese leyendo a las 50
sombras de Grey, pero me valió la pena. Apunté
muchas palabras que no conocía. Pensaba que se trataría una de esas
novelas de abuso que suelen venir con un toque de feminismo que
últimamente se publican mucho, pero no es eso. De hecho, me pareció
bastante diferente de lo que se lee en estos tiempos. Y no apta para
menores de 18 ni mentes fácilmente impresionables.
Es la
historia de un psicópata-manipulador, Victor, y su víctima/cómplice,
la propia narradora. Los dos son profesionales de Buenos Aires, clase
media alta, los dos tienen hijos. Ella culta, educada, dedicada a las
letras (exitosa intérprete e traductora), él más un wannabe
culto, mafioso de múltiples registros, encargado de relaciones
públicas de una fundación benévola de actividades sospechosas y
aspirante a cuentista, actor de cinema y político.
La historia:
ella conoce a Victor, por casualidad, en una esquina de Buenos Aires
volviendo de caminar por los bosques Palermo. Le cae medio mal, muy
estereotipado, poco personal, corre todo un poco mal, ni ella sabe
porque va con él, pero algo le atrae y van directo al telo. Están
juntos por dos años. Él le hace daño, para ser preciso, acontecen
tres daños materiales y con eso la narradora monta el
suspense. Sabemos que quedan daños por contar y que
al final va contar la anunciada venganza y hasta enterarnos de cómo
y porqué el libro no nos deja en paz.
Cuesta leer
esta novela, no tanto por cuando se pone pesada, sino más bien por
su manera directa y bruta de pronunciar las cosas, y no solo en
terminos de sexos también en el desprecio como estilo generalizado
del trato humano. Así el rol de la mujer se reduce a recibir
embestidas y sostener el ego del macho. Pero la mujer tampoco es una
santa. En este momento me viene a la mente Fogwill, no sé si tiene
que ver, es diferente. La narradora sabe lo que quiere y qué eso
significa. La venganza, pura y dura. Comenzamos a dudar de su estado
de víctima incauta inocente. Es un relato en perspectiva, como todos los relatos de relaciones amorosos. De hecho nunca queda
claro porque se junta con tamaño imbécil (con la mirada de
taladro sexual). Pero me
gustó
el giro que toma en el tercer capítulo, aunque la venganza del
remate no me pareció para tanto, visto que se anunció como el
principal acontecimiento del libro, es un final un poco flojito.
Tiene frases - casi - subrayables como: "Víctor tenía una capacidad sorprendente para ausentarse incluso estando en mis fueros internos".
Tiene frases - casi - subrayables como: "Víctor tenía una capacidad sorprendente para ausentarse incluso estando en mis fueros internos".
Su "carta"
es muy elocuente, por ejemplo compara a Victor con personajes de la
mitología griega y personajes de la literatura pre-moderna
universal, pero su texto no ahorra nada,
ningún asqueroso detalle de su banal "rutina de revolcones",
“los tumbos y atracones” y “sesiones de cuatripedia”. Abundan
las descripción de babas, pedos, especiales condiciones de piel en
la glande (no contagiosas) etc. etc.. Su Victor es
compulsivo y es
mezquino, tiene fobia a la intimidad
y ella lo desprecia moralmente. Él no
tiene ni un solo amigo, “tiene ínfulas
intelectuales y delítiros absolutistas”. Es mentiroso y
además es un troll de internet, (habla
contra Cristina Kirchner, recién electa). "Su
máxima diversión fue siempre escapar al castigo: ¿No
es esa la mejor definición de una mentalidad infantil?" Pero
ella está como adicta a estos placeres
oprobiosos. La mujer- receptáculo cela que haya otras además de
ella. Y dando vueltas por Buenos Aires termina
consultando un psicoanalista ortodoxo y analizando a la personalidad
y al comportamiento de Victor y de ella propia. Un libro muy
argentino de cierta manera.
No es mi novela del año, pero algo original para pasar el rato. Sobre todo la recomiendo para quien ande con penas de amores. Quiero leer Desperdicio, la novela más elogiada (por los medios en los que me muevo como lectora) de la autora.