es así. en minúscula. sin signos de interrogación. la marca del autor. que original. ja. la novela me fue recomendado de corazón por muchos amigos cuando la dejé de lado porque me aburría casi que se ofendieron. parece estar de moda. que valía la pena, que era injusto que no le daba oportunidad al autor. así que la volví a buscar de la biblioteca, re-leí la parte que me había olvidado y la terminé.
De noche, Maria da Graça sueña con que en la puerta del cielo le quieren vender souvenirs de la tierra. Es una plaza en grande alboroto, es difícil hacerse lugar y llega a San Pedro y discutir directamente con él. Este sueño recurrente sufre variaciones a lo largo del libro.
Ella y su mejor amiga, la Quitéria o quitéria, las dos empleadas de limpieza (como yo, todo el verano pasado) en Bragança (el extremo norte del país, Tras-os--Montes), tienen un punto de vista único sobre la vida, la felicidad, el amor y la muerte, que van comentando en su lenguaje de mujeres clase trabajadora. Parece que esta es la gracia del libro, es divertido, pero después de un par ded páginas solo se repite. Como ganan muy poco hacen extras como carpideiras profesionales, vigilando muertos que no tienen quien les haga velorio. Adaptan un perro que bautizan Portugal, un saco de pulgas rectangular e abandonado. Son dos viejitas, pobres, mulheres-a-días, que conversan sobre dios, "raios o partam", el cif y otros productos de limpieza. No se resignan de la vida, o sí, a veces quieren morir, morir de amor. En realidad solo tienen cuarenta años, solo parecen viejas.
La Quitéria termina relacionándose íntimamente con un chico
inmigrante ucraniano que está muy solo, intentando ganar dinero en las
obras para mandarlo a sus padres, se quiere convertir en una máquina. La historia de él y su familia es rara, no sé que tiene que ver a pesar de aportar para ilustrar un poco más la miseria del mundo. La Maria da Graça sueña con poder volver a la vida sexual activa, y por partes lo consigue, pero cuando se da cuenta que dejarse coger no es amor, se deprime.
Me aburrí mucho, que se le va hacer. Admito que en algunos pasajes me reí, el habla de las mujeres es gracioso, sobre todo cuando le ponen gotitas de lavandina en la sopa de sus maridos. Pero de resto, o apocalipse dos trabalhadores se me hizo largo.
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