Entre tantos libros que leo últimamente sobre la
guerra cabe uno sobe el amor. Es un libro que en otro momento
seguramente llamaría de pretencioso, mas que en este momento me
llevó a otras dimensiones de mi propio pensamiento (creo). Leía una
página y me quedé el resto del día con eso en la cabeza y decía a
quien cruzaba mi camino que era el mejor libro que ya leí en la vida
(pero los que me conocen saben que eso me pasa frecuentemente en mi
proceso de descubrir la literatura).
Se trata de la historia de un cuarteto amoroso (cuarteto es
una forma de decir, porque son muchos más) que vive en la ciudad de
Alejandría durante la segunda guerra mundial, contada en cuatro
libros. Hay ediciones de cuatro en uno, o se pueden adquirir por partes
(Justine, Balthazar, Mountolive, Clea). Según el autor sostiene, esta
tetralogía representa un intento de superar la forma clásica de la
novela (las cadenas de la forma que se estableció como norma),
mostrando las misma historia, y en este caso una historia de
relaciones amorosas en Alejandría, de varias perspectivas y
relativizar así la verdad, que nunca es absoluta, pero que tampoco
dejamos de procurar.
Como sucede con los libros que nos consideramos
buenos, me hizo pensar en cosas en las que nunca había pensado
(tanto), pero que tal vez necesitaba pensar en este momento de mi
vida. Sospecho
además, que me
enamoré un poco de
este
libro, quiere decir que me fasciné, me
perdí un poco, me dejé llevar, me ilusioné y en momentos volví a
sentir los pies en la tierra y pensar, pero
pará un poco, que exagerado. No
es fácil de explicar, pero intento:
Ya comenzamos de manera
polémica, con citas de S. Freud ,"Comienzo a creer que todo
acto sexual es un proceso que envuelve cuatro personas,.." y
de Marquis de Sade. Sexo y psicología. Virtud y vicio, moral y
placer, norma e perversión. No me sorprendí cuando leí que
Lawrence Durell era amigo de Henry Miller.
Esta obra de Lawrence
Durrell – de quien nunca había escuchado hablar – constituye, en
mi entender, un valiente experimento de abordar la confusión
cotidiana de las relaciones interpersonales en espacios urbanos que a
veces toman forma de un carrusel absurdo, con espejos y tornillos
sueltos y que parece girar alrededor de un centro invisible y
probablemente móvil en el cual una persona da por si, sin saber como
ahí llegó a parar y que ha de hacer para
recuperar algún control sobre los acontecimientos.
Durrell nos presenta primero a Justine,
una persona increíblemente atractiva, que
es la enamorada del narrador,
esposa de un
rico banquero, pero amante
de otros, y en general amiga
íntima de todos. Ora, el amor tiene
tantas facetas, tantos colores y formas de manifestarse que es
imposible extraer una trama en limpio, porque es más complexo de que
esta parte que la razón consigue acompañar. Entonces, están todos
enamorados
ciegamente por otros,
algunos ni lo saben, a
su vez todos
tienen una
historia previa de
relaciones con otros.
Desde luego,
lo que más domina al hombre en sus
hechos es el miedo del abandono.
Influye
también el
hecho de que algunos son ricos y mantienen y protegen los que no
lo son. Otros cargan con enfermedades crónicas o traumas jodidas.
Alguien da trabajo a otro, este subcontrata a otro y a la vez son
todos espías para algún gobierno y miembros de sociedades secretas.
Se entreveran
el amor, el dinero, la profesión, la religión, la
filosofía.
La historia se narra desde una perspectiva
posterior, tratando de reconstruir y entender los hechos (y averiguar
un pasado que Justine ocultó con habilidad), a partir de diferentes
textos. El narrador que se llama Darley también es escritor, se
apoya en fragmentos del diario de Justine y de Nessim, no siempre
declarando de que autoría son los párrafos escritos, lleva el
lector por un camino sinuoso, porque, como bien
observa, la memoria es un prisma
traicionero. Nuestro
personaje central, Darley, descubrió
que Justine
tiene un ex-esposo, Arnauti, que es escritor a su vez y
publicó un libro en cuyo personaje femenino central se encuentra una
Justine más joven. Nuestro narrador comparte su apartamento precario
con Pombal, empleado del consulado francés y a través de él se
entera que el mismo señor cónsul está interesado en Justine, le
advierten de medir sus pasos. En su ausencia, Pombal sub-alquila la
casa a Pursewarden, escritor inglés cuyos libros todos de la
cuadrilla conocen, que es genial, pero lleva la vida embriagado y
como varios personajes, auto-destructivo. El poderoso Nessim, el
actual esposo de Justine, pintor y astrónomo amador, se muestra
generoso con el narrador y lo alberga en su mansión, estableciendo
lazos nuevos con gente importante y finalmente haciéndose amigo
cercano. El
narrador también trama
lazos fuertes con Melissa, bailarina con
tuberculosis, pobre como un ratón de
iglesia, dulce
y frágil,
banal, pero encantadora. Compara
sus relaciones con las diferentes
mujeres, logra
comprender una parte teoricamente,
pero luego
es arrastrado también por cosas de más
peso.
Los lectores se preguntarán,
que es que tiene esa tal Justine de tan especial? Y si no fuese
ninfomaníaca sería igual de interesante? Con mucha destreza, el
autor logra llevarnos a explorar el amor y el placer del cuerpo, sin
explicitar nunca las relaciones sexuales, también sin querer
servirse simplemente de la psicología (dice que no, pero al final
Freud está presente también), más que eso a través de la poesía.
Analiza tanto las dimensiones de la sensualidad y de la intimidad -
que no es una tarea fácil, como también explora el lado sombrío de
lo humano, el poder, los celos, etc. Y si sabía más de los
filósofos que trabajaron la belleza, la voluntad, el saber y el
arte, encontraría todo ahí.
Frecuentemente aparecen como motivo los espejos, sin los cuales la vida sería más difícil de ver, porque es ahí donde nos reconocemos a nosotros propios y donde el amor se multiplica y se puede ver una persona(lidad) desde otro lado (que llega más próximo a su comprensión que ver solo un lado desde nuestro tan limitado punto de vista). Más que los espejos, es el amor que está en el mundo para multiplicar las personas. Y a menudo descubrimos es más fácil conocer una persona a través del amor que un conocido tiene por ella.
Frecuentemente aparecen como motivo los espejos, sin los cuales la vida sería más difícil de ver, porque es ahí donde nos reconocemos a nosotros propios y donde el amor se multiplica y se puede ver una persona(lidad) desde otro lado (que llega más próximo a su comprensión que ver solo un lado desde nuestro tan limitado punto de vista). Más que los espejos, es el amor que está en el mundo para multiplicar las personas. Y a menudo descubrimos es más fácil conocer una persona a través del amor que un conocido tiene por ella.
Todos los personajes tienen
una cosa en común, son artistas. Escriben, bailan, pintan. Están
ahí Balthazar, médico, teólogo, judío y Clea, una pintora. Ambos
consiguen mantener una distancia a las cosas, a nivel de pensamiento
y en como van viviendo el amor y el sexo de manera diferente. A
propósito Clea lee A rebours, Huysmann (como el personaje central de
Sumissão de Michel Houellebecq).
Para mi era muy interesante
esta responsabilidad que se atribuye al lugar (al espacio), porque
para el narrador es la ciudad - ya bajo efectos de la creciente
globalización - la principal responsable de muchas cosas, afirma que
Alejandría tiene cinco razas, cinco leguas, media docena de
creencias y mas de cinco sexos, "É a cidade que deve ser
julgada, embora seja sobre nós, os seus filhos, que recaia a
punição". Ya para el escritor romántico portugués Eça
de Queiroz la ciudad de Alejandría era cosmopolita y sensual, con la
fuerza de relativizar todo fanatismo católico europeo.
Y solo los comenté el comienzo, porque en Justine hay también intriga, suspenso y muerte. Voy a comenzar la segunda parte, después les cuento.
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