Schweblin me fue recomendada junto a Selva Almada, es de la generación de jóvenes escritor@s argentinos nacidos en los '70. Ella tiene apenas 38 años y un montón de libros, audiovisuales publicados y premiados. Actualmente vive en Berlín. Quizás elegí el libro porque de chica siempre pensaba que me gustaría llamarme Samanta, no sé porque, me gustó mucho este nombre. Con un total de 128 páginas, el libro alberga siete cuentos siniestros, de un tipo de terror o locura justamente en la casa, el espacio más intimo en el seno de la familia o de la cotidianidad eligida, donde queremos sentirnos acogidos.
Bueno, algunos me gustaron más, otros menos. Fui leyendo uno por uno antes de dormir, agarrando gusto a lo macabro, desencajado. En Nada de todo esto, una hija acompaña a su madre en el su afán de
invadir casas ajenas y apropiarse cosas. Es medio raro, pero como es corto, deja una buena impresión de lo raro que es cuando los niños tienen que cuidar a sus padres; en Mis padres y mis hijos, un
hombre y su ex-pareja se encuentra con una situación rara. Sus hijos y sus padres andan escondidos y desnudos
en el jardín, es todo normal y un juego inocente o no?; Pasa siempre en esta casa no me gustó mucho, son pocas páginas y no pasa mucho. La respiración cavernaria es
un cuento más largo, hace entrar en el mundo de los viejos y esa
fragilidad es mismo asustador, esa espera de la muerte, el alejamiento de las palabras y las cosas, la progresiva soledad y falta de control y una misteriosa historia con los vecinos y la chocolatada. Me gustó mucho. Mi preferido es Un hombre sin suerte con una narradora de primera persona es una niña de ocho. Este cuento venció en el concurso Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo 2012. Y el último, Salir, también me gustó, ritmo que subyace a las acontecimientos nos hace entrar en un flow de conciencia en que podemos concentrarlo en la brisa que toca el pelo de los brazos o obtener el control sobre nuestro monologo interior y lo que sale de nuestra boca, como en un sueño, pero sin cansarnos.
En todos los cuentos nos encontramos con casos que rozan la ambigüedad de lo fantástico, pero situaciones que sin espacio a duda, existen y nos son familiares. Ninguna de las casas es habitada por familias "normales" del tipo que se ve en las publicidades o que el Estado se imagina como su pequeña unidad base; la gente se divorcia, se separa, se retira, migra y se junta otra vez y se inquieta por su propio idealismo. Y así pasa con las cosas y objetos que pertenecen a los espacios domésticos o personales, no sostienen a a gente.
Recomendable!
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