Una novela que desafía al lector visibilizando las aberraciones del correcionismo político y condena a viva voz las normalizaciones violentas que se efectúan en la sociedad sin que muchos de nosotros nos demos cuenta.
Es la historia de una emancipación, en realidad, de muchas emancipaciones. De luchas contra diversas formas de sometimiento y control social, cotidiano, de parte de las instituciones administrativas y de sociedad.
Imagino que es una novela a la que o se adora o se bien odia. Con su estilo atrevido la autora no deja pie para indecisos, moderados y intermedios. A mí me encantó. (Por fin una novela que no es sobre la difícil pérdida de un familiar o allegado!) La polémica reside en postulados como "Fachista y macho son para mi sinónimos" y a este par ideológico se suma "lo neoliberal" y unos cuantos ejemplos de la realidad española, los independentistas, Podemos y los fachas de la izquierda y Ada Calau y el PAH sobre los que llueve juicios que no se ahorran nada. Ahora, lo genial de esto no es el pasarse del buen tono, sino exagerar las reivindicaciones y posiciones del personaje principal hasta lo cómico y hasta lo absurdo pero sin deslegitimar sus bases políticas.
Es la historia de cuatro parientas, Patricia, Angela, Marga y Nati, que asumen voz narradora en diferentes apartados del libro y viven juntas en un piso tutelado por la Generalitat de Catalunya porque tienen cada una una discapacidad intelectual o diversidad funcional. Se cuenta como llegaron ahì pasando por un RUDI y un CRUDI (Centros rurales /Residencias urbanas para discapacitados intelectuales) y diversas Guarderías para adultos y como se politizan tornándose conscientes de su condición. Marga, por ejemplo, se deprime porque se da cuenta de su "sunormalidad". El piso está muy bien ubicado en la Barceloneta y tienen que portarse muy bien antes todas las directoras de piso y asistentes sociales, educadores y psiquiatras que vienen a controlarlas cada rato. Todas tienen un cincuenta y tal por ciento de discapacidad (y
subiendo) pero para un lector común y corriente se parecen a personas
totalmente capaces de decidir por si mismas y es esa la gracia o el punto de cuestión del
libro. Una de ellas, Marga, llega a escribir una novela (sus memorias) en el móvil al grupo de apoyo que le responde con emoticones por Whatsapp, otra, Nati, que para mi es un poco la protagonista, estuvo a dos meses de sacarse el doctorado antes de que se discapacitó.
Natividad o Nati (defensora del feminismo urgente cuñado por Maria Galindo) hace danza contemporánea que, confieso, no me gusta nada ni viéndolo ni discutiéndolo. Tengo muchos prejuicios de estos ambientes y performances
supuestamente liberadores pero que son nada más que gente con egos
inflados sacándose la ropa en un escenario. Pero que es un ámbito en que se visibilizan las cuestiones de los cuerpos con o sin discapacidad. Y la autora logró que me gustó la novela a pesar de este defecto mío.
Luego el libro cuenta con una vertiente documental sobre la vida de los
anarquistas y okupas de Barcelona que encuentran ropa en la basura,
explican como colarse en el metro, como ocupar una casa, etc. Esta parte
me gustó menos porque me pareció intentando explicar algo que es
conocido, obvio, o que uno se puede imaginar fácilmente. Aún así tiene su
gracia, por ejemplo en la parte en que los anarquistas discuten como
escribir el acta de sus asambleas.
La recomiendo de corazón y seguro que me pongo a releerla pronto. Para volver a partirme de risa, reflexionar y saborear las partes picantes.
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