Es el libro que abre la
Trilogía (especie de): Glaxo (2009), La descomposición
(2007), Lumbre (2013). No es exactamente una trilogía,
pero los tres comparten el mismo universo.
Nos situamos en el pueblo
de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, donde había el bingo, el
gato negro, el diario, la laguna muerta, el Múnich, el barrio Los
Troncos, los molinos, la cervezaría Danubio y donde ahora no queda
mucho más que ruinas de lo que fue y sus historias. El periodista,
el carnicero, el ciruja, el artísta internado. Hay bicicletas,
perros y colectivos que bufan. Escenas
de caza, accidentes, reencuentros.
Leí primero Lumbre,
el tercero de los tres libros, por lo que ya sabía como
algunos de los personajes presentados morirían después. No
ayudó pero tampoco hizo mal.
La
descomposición está
dividida en dos partes : La acidez del limón, Esa podredumbre.
Se llama la
descomposición y de cierta manera esta descompuesta. Es la emoción
que guía el relato, pero no es una emoción bien definida,
fragmentos, dispersos, recortes, hay que estar atento o a lo mejor
leer el libro dos veces, hay relatos en primera persona y otros que
otros cortaron de los mismos personajes, cosas de la infancia,
impresiones que aparecen cuando uno mira las ruinas de los edificios
que albergaron lugares centrales del pueblo, ahora disfumados. Son
escenas medio sueltas o digamos unidas con un hilo conductor que se
esconde a ratos, memórias de cosas del
campo, vistas de reojo, oblicuas, casuales y profundas, como viendo
las cosas pero viendolas o recordándoles barajando su posible grado
de peso en la vida de esta gente. Hay historias
que atrapan, y otros fragmentos que son más descriptivos. Como un
rompecabezas incompleto de un quien es quien y que fue de ellos más
o menos a través de los años.
Me gusta
mucho el estilo de Hernán Ronsino, se me hace muy vivo su Chivilcoy.
Sin embargo, la publicidad de Eterna
Cadencia me ha criado expectativas muy
altas difíciles de satisfacer o tal vez es simplemente que lo de los
fragmentos no es lo mío. (Y por eso mismo voy a tener que leer Glaxo
también.) Es un libro que a pesar de sus escasas páginas llevó
mucho tiempo en mi mesita de luz, pero que miraba con mucho cariño.
Creo que el problema más grande fue que me había hecho que la voz
narradora, tan íntima y observadora, pertenecía al hijo de Bicho
Sousa, como lo es en Lumbre,
ahora que esa misma voz en La
descomposición sea de otro, me hizo un
poco de un nudo en la cabeza.
En la
pag. 55 está la metáfora de una descomposición que quizás da
nombre al libro:
“Pero hay cosas, pienso, que van cercando. Por decirlo de otra manera: el yuyal que avanza desde la zanja de la calle trepa por la tierra hasta el alambrado. En un par de semanas estará cerca del tronco muerto. Y con el yuyal vendrán las plagas. Y el recuerdo de la huerta será una idea, confusa, en cierto modo mentirosa de su grandeza, de su plenitud, que deformará así el presente, siempre más impropio, con esos yuyos trepando, en silencio, seguro por las noches. Y las plagas.”
Contratapa:
"En el pueblo del Bicho Souza, de Abelardo Kieffer, de Pajarito Lernú, por momentos el aire se hace irrespirable. La sensación de que algo se ha roto sobrevuela los innumerables relatos que hilvanan la memoria de los personajes, un accidente de caza, un crimen, un tornado, un suicidio; “algo se está desgastando, imprevisible, sobre los tejidos scuros, en las entrañas de este momento: y no lo vemos, y no podemos, por estar ciegos, detenerlo; y no podemos, aunque lo viéramos, frenarlo”. Una novela morosa que pareciera hablar de la imposibilidad de narrar, pero también de una época muy clara de la Argentina, de descomposición social, familiar, individual, dominada por el hastío y la ausencia de futuro."
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