En Zona de Clivaje Heker cuenta
la historia de una separación, o el final de una
relación, después de haber pasado casi
media vida junto (13 años) a su pareja
Alfredo.
La novela está
llena de inteligentes reflexiones – de la pluma de Irene, la
protagonista y narradora – sobre el camino de conocer su alma,
sobre la naturaleza de las relaciones hombre-mujer, sobre los cambios
que vienen com la madurez, como ser consciente del cuerpo, del
placer, de las trangresiones, de la diferencia de edad, sobre que es
conocerse a fondo y conocer al otro al fondo, cómo intentar de ahogar los celos, no hacerse la víctima y tampoco
callar su ego, sobre cómo es discutir con estilo, educación y clase.
Irene es una
empleada pública, ex-estudiante de física con ambiciones de
escritora, que tiene una relación con
Alfredo, un gran Don Juan que
mantiene siempre su fachada. Vive sola
porque su relación no es oficial. Irene
que defender constantemente su estatus de no casada, en el omnibus,
frente a los vecinos (todos piensan que es su pareja es su padre).
El es
profesor de letras y en su vida privada
define como un profesor estético, define el amor
como una educación sentimental
y asume la tarea de sacarles el resplandor de dentro a las mujeres.
Y encima aguantar a
la madre que quiere que se case y “formara
un hogar” porque piensa que así sería
feliz confundiendo su propia idea de felicidad con
la de su hija.
Ellos dos
acostumbran atender soireés de conversación con psicoanalistas y
otros membros de los circulos intelectuales en las que él a veces se
va con otra e Irene compreende, da consejos y no se escandaliza.
Hay dialogos deliciosos
como:
"...sin soltarla ni
atenuar la sonrisa, dice: —Dígame, Irene, usted que estudia
física, y parece tan marxista, ¿cómo concilia la dialéctica de la
naturaleza con el Principio de Incertidumbre de Heisemberg?"
Este ambiente
academico-juvenil-burgués queda un poco forzado, pero con eso, para
mi, gana versimilitud, no sé si me explico, me refiero a los
castillos de aire que se levantan en las cabezas de jovenes amantes y
ambiciosos.
Para mi fue un poco vacilando entre
aburrido y interesante, pero al final se inclina
la balanza hacia un contundente: me gustó. No es
aburrido en el sentido general de aburrido, Heker escribe de
maravillas y da en el clavo en cosas no muy
obvias, de cómo salvar situaciones, darlos
vuelta, por ejemplo, cosas que normalmente quedan subentendidas o no
entendidas.
Pienso
que es una novela que hay que leer joven, para que los temas
sean más relevantes. No me decido si es para leer cuando uno está
en una relación “complicada”, como una forma de terapia, o
justamente no es recomendada en tal caso porque se tendrá más de lo
mismo.
En el inicio hay que
leer con atención para ver qué es antes y que es ahora, muchas
veces cuenta la segunda parte de una escena y después la primera. La
novela está llena de jerga rioplatense, y
pienso que le queda muy bien, “chupate esta mandarina”, me
imagino que puede llegar a ser un poco difícil para los de afuera.
Tiene algo de la literatura argentina
de los 60-70, un tono de voz o, no
sé, un humor quizas cortaziano.
Sin embargo, aunque
está muy bien escrita, tengo cosas que me nublaron un poco la
experiencia. Es quizás por su tema, confieso tanto no me interesan
los aprendizajes de
una joven, que quiere parecer más grande que de 30 años y a la vez
mira a los de 20 con compasión y algo de envidia., en el
manejo de sus emociones hacia sí misma. Y
a pesar de que me identifico mucho con algunos problemas hay
cosas con que
todo el contrario, para mi ni son algo en
que me reveo ni son pertinentes con la imagen que me hice de la
protagonista, por ejemplo esto: “Siempre
se acordaba del consejo de Coco Chanel cuando era demasiado tarde:
una mujer debe arreglarse siempre como si ese día fuese a conocer al
hombre de su vida.” (Conozco de mi más bien el
contrario, a los 17 preocupadísima con el maquillaje y a los 30
bruta y sin paciencia para círculos intelectuales).
También hay que
notar que es una novela en que se nota como algunas cosas de
hombre-mujer han cambiado desde el 1987.
Por su
intenso insight en el alma de una mujer me
recuerda de la novela Tomboy
de Thomas Meinecke también y a Los
Daños materiales de Matilde Sánchez.
Me da mucha curiosidad la autora, ahora
estoy con muchas ganas de leer su
novela El fin de la
historia /pero
está a 60€ en amazon y vivo en una ciudad sin librerias
especializadas).
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