Es el primero libro que saqué de la biblioteca del Instituto Cervantes Lisboa a la que me asocié hace poco. Últimamente me interesan las histórias de decadencia y declínio de países o ciudades, las narrativas apocalípticas y "pós-apocalípticas" y además ando muy curiosa de saber que escriben mis contemporáneos germánicos e hispánicos y esto parece acertar en pleno en un tema de actualidad en la ficción de todo lado: la ausencia de futuro. Un incendio invisible cuenta la história del abandono de la ciudad de Vado tornando el lugar en una distopía donde algunos personajes resisten.
Nunca había escuchado de Sara Mesa hasta leer unas resenhas sobre los libros de la autora y resolvi no comenzar por lo considerado lo mejor, si no por sus tempranos y menos buenos porque probablemente voy a querer leer más que uno. Y ahora no estoy segura de si me gustó o si me ha decepcionado un poco.
Por un lado me desesperaba la lentitud de este libro, por otro me di cuenta que estaba delante de un libro de estos en que la atmósfera, o el ambiente criado vale más que la acción, porque bien escrito, y bien estructurado está, la prosa de Sara Mesa es concisa y puntual, el estilo es claro, la escritora sabe lo que quiere, no me parece que se le fue de las manos. Después me acosumbré, me resigné a que no pasa nada, entendí que era una novela sobre la soledad. El protagonisto es el Dr. Tejada, un tipo más o menos antipático, por veces deliberadamente frío, otras veces buscando compañía, se muda a Vado y pide un cargo de director de New Life, una residencia, otrora de lujo, para ancianos. Yo desconfío de su titulo de doctor, pero eso no importa. La ciudad de Vado que parece quedar en Espanha y de tener sido una ciudad con cierta importancia, posee bibliotecas, universidades, hoteles de lujo y un puerto sobre un río. El desastre está anunciado, está inminente, o la catástrofe ya pasó, no se sabe, se deja el lector a la espera, en este sentido se establece un espacio vacío en el tiempo. Mientras tanto la novela se mantiene aflote gracias a un "humor de ancianos", o sea, los más viejos, niegan la comida, tienen peluches interactivos, insultan o elogian a Tejada a base de alguna confusión de sus recuerdos, y una dama hasta ve a Dios en la sopa. La vejéz sirve como imagen de decadencia, pero también como imagen de la resistencia pasiva, o de lo supérfluo en la sociedad actual, es lo que los emigrantes de Vado dejan atrás, como las mascotas también abandonadas. Aliás, ridiculo, o hasta absurdo, se ponen todos los pocos personajes que van quedando aunque los diferentes caracteres reagem diferente a la inmanencia del fin. Cínicos, se ponen a "recordar las viejas glorias", cobardes deciden que no se van a nigún lado. Tejada es consciente de eso: "por lo demás se trata de alcanzar la alienación total" .. "Me gustan los finales dilatados. Me gusta ver cómo agonizan las cosas" (p. 228).
Las autopista y cameras de vigilancia empiezan a descomponerse y la naturaleza/maleza comienza a "comerse" la ciudad apenas limitado por la sequía. La basura llena el rio, los supermercados están siendo saqueados y la falta de gente que hace que los que se quedan se aferran a los otros, o bien se tornan locos o especiales. Un poco como en El quase fim do mundo de Pepetela pero menos sério, pues en Un incendio invisible no se teoriza sobre as posibles causas, o capitalismo tardío, la guerra nuclear-electrónica, ni nada de eso, no hay nada sobre Espanha o Europa escrito, el lector tiene que hacer esta parte solo.
Es desesperante y la autora se aprovecha y extiende el tiempo para subrayar la desesperación en que se pasa ccasi nada, se vuelve insoportable para los personajes como para el lector ver el barman una y otra vez pulir sus botellas y copas. El narrador observa que "su meticulosidad parecía formar parte de una concepción moral del mundo" (p.99). Hay huídas en masa, parece que fuera de Vado la vida sigue su curso "normal", las paredes están cubiertas por grafitis que citan el exodus bíblico, grafitis sobre iglesias que arden, pero a gente finge normalidad. El shopping de la ciudad aparece como ultimo lugar de felicidad o "normalidad" abierto, aunque también ahí hay un castillo hinchable deshinchado y muchas tiendas cerradas. Las carencias y la escasez comiezan a hacerse notar, en un principio es solo ir y servirse de las cosas abandonadas, pero se va agravando: "sin electricidad, sin telefono, sin internet, sin televisión. Lo ves? Así andamos. - Y sin cinturón vibratório" (p.179-180). En la basura se encuentra un Kevin sin Barby, el clima es de guerra pero sin guerra.
Diría que el estilo de Un incendio invisible es cinematográfico, Sara Mesa escribe imagenes. Es una estética surrealista, fragmentada, un humor absurdo, vagamente parecido con "La ciudad" de Mario Levrero o sus cuentos también por su carácter distopico de la ciudad rara-pesadillezca. Según la contratapa se mueve "al limite de la realidad".
En la página 60 llega un cientifico que tiene un Máster en simbología y migraciones y viende a investigar la decadencia urbana y parece que comienza un poco de acción. Pero no. La farsa de la empresa recuerda al astillero de Onetti, pero el caso es un poco diferente, menos oscuro gracias a su humor y su peculiar belleza. Abrumado, Tejada hace lo mínimo para parecer estar cumpliendo su función de director y va y pide medidas de rescate a una empresa especializada en eso. Y en vez de ayudarlo a pagar los sueldos atrasados al personal le envian una animadora socio-cultural que con toda la energía del mundo hace yoga, pilates, aerobic, tai-chi con los viejos.
Nunca había escuchado de Sara Mesa hasta leer unas resenhas sobre los libros de la autora y resolvi no comenzar por lo considerado lo mejor, si no por sus tempranos y menos buenos porque probablemente voy a querer leer más que uno. Y ahora no estoy segura de si me gustó o si me ha decepcionado un poco.
Por un lado me desesperaba la lentitud de este libro, por otro me di cuenta que estaba delante de un libro de estos en que la atmósfera, o el ambiente criado vale más que la acción, porque bien escrito, y bien estructurado está, la prosa de Sara Mesa es concisa y puntual, el estilo es claro, la escritora sabe lo que quiere, no me parece que se le fue de las manos. Después me acosumbré, me resigné a que no pasa nada, entendí que era una novela sobre la soledad. El protagonisto es el Dr. Tejada, un tipo más o menos antipático, por veces deliberadamente frío, otras veces buscando compañía, se muda a Vado y pide un cargo de director de New Life, una residencia, otrora de lujo, para ancianos. Yo desconfío de su titulo de doctor, pero eso no importa. La ciudad de Vado que parece quedar en Espanha y de tener sido una ciudad con cierta importancia, posee bibliotecas, universidades, hoteles de lujo y un puerto sobre un río. El desastre está anunciado, está inminente, o la catástrofe ya pasó, no se sabe, se deja el lector a la espera, en este sentido se establece un espacio vacío en el tiempo. Mientras tanto la novela se mantiene aflote gracias a un "humor de ancianos", o sea, los más viejos, niegan la comida, tienen peluches interactivos, insultan o elogian a Tejada a base de alguna confusión de sus recuerdos, y una dama hasta ve a Dios en la sopa. La vejéz sirve como imagen de decadencia, pero también como imagen de la resistencia pasiva, o de lo supérfluo en la sociedad actual, es lo que los emigrantes de Vado dejan atrás, como las mascotas también abandonadas. Aliás, ridiculo, o hasta absurdo, se ponen todos los pocos personajes que van quedando aunque los diferentes caracteres reagem diferente a la inmanencia del fin. Cínicos, se ponen a "recordar las viejas glorias", cobardes deciden que no se van a nigún lado. Tejada es consciente de eso: "por lo demás se trata de alcanzar la alienación total" .. "Me gustan los finales dilatados. Me gusta ver cómo agonizan las cosas" (p. 228).
Las autopista y cameras de vigilancia empiezan a descomponerse y la naturaleza/maleza comienza a "comerse" la ciudad apenas limitado por la sequía. La basura llena el rio, los supermercados están siendo saqueados y la falta de gente que hace que los que se quedan se aferran a los otros, o bien se tornan locos o especiales. Un poco como en El quase fim do mundo de Pepetela pero menos sério, pues en Un incendio invisible no se teoriza sobre as posibles causas, o capitalismo tardío, la guerra nuclear-electrónica, ni nada de eso, no hay nada sobre Espanha o Europa escrito, el lector tiene que hacer esta parte solo.
Es desesperante y la autora se aprovecha y extiende el tiempo para subrayar la desesperación en que se pasa ccasi nada, se vuelve insoportable para los personajes como para el lector ver el barman una y otra vez pulir sus botellas y copas. El narrador observa que "su meticulosidad parecía formar parte de una concepción moral del mundo" (p.99). Hay huídas en masa, parece que fuera de Vado la vida sigue su curso "normal", las paredes están cubiertas por grafitis que citan el exodus bíblico, grafitis sobre iglesias que arden, pero a gente finge normalidad. El shopping de la ciudad aparece como ultimo lugar de felicidad o "normalidad" abierto, aunque también ahí hay un castillo hinchable deshinchado y muchas tiendas cerradas. Las carencias y la escasez comiezan a hacerse notar, en un principio es solo ir y servirse de las cosas abandonadas, pero se va agravando: "sin electricidad, sin telefono, sin internet, sin televisión. Lo ves? Así andamos. - Y sin cinturón vibratório" (p.179-180). En la basura se encuentra un Kevin sin Barby, el clima es de guerra pero sin guerra.
Diría que el estilo de Un incendio invisible es cinematográfico, Sara Mesa escribe imagenes. Es una estética surrealista, fragmentada, un humor absurdo, vagamente parecido con "La ciudad" de Mario Levrero o sus cuentos también por su carácter distopico de la ciudad rara-pesadillezca. Según la contratapa se mueve "al limite de la realidad".
En la página 60 llega un cientifico que tiene un Máster en simbología y migraciones y viende a investigar la decadencia urbana y parece que comienza un poco de acción. Pero no. La farsa de la empresa recuerda al astillero de Onetti, pero el caso es un poco diferente, menos oscuro gracias a su humor y su peculiar belleza. Abrumado, Tejada hace lo mínimo para parecer estar cumpliendo su función de director y va y pide medidas de rescate a una empresa especializada en eso. Y en vez de ayudarlo a pagar los sueldos atrasados al personal le envian una animadora socio-cultural que con toda la energía del mundo hace yoga, pilates, aerobic, tai-chi con los viejos.
Me gustó como escribe Sara Mesa, me gusta su imaginación, me gusta como los personajes fingen con desánimo caricias y entusiasmo, me gusta el enfasis en el dolor de seguir vivo a pesar de todo, me gusta como Tejada "se agarró el pecho con una mano, pero no pudo sentir su corazón" (p.180). Pero no me gustó mucho el final del libro ni su "poca velocidad" y las palabras en italico me irritaron bastante porque no entendí para que sirven (hay hasta varios por página).
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